Es una profesión plagada de tópicos, mucho más árida de la idea que transmiten las películas. Frecuentemente, se tiene una visión romántica de la profesión de DP, la de un personaje que llega donde no puede hacerlo la policía y que investiga casos cuanto menos curiosos que se alejan de todo lo habitual aunque tocan temas que afectan a la vida cotidiana de las personas.
Un personaje novelesco y estrambótico tan mitificado como desconocido para la mayoría de la sociedad que hace de su labor una profesión atractiva y peligrosa al mismo tiempo.
En ocasiones, la profesión de DP ha sufrido también la incomprensión de los poderes públicos, muchas veces reacios a reconocerles un verdadero papel en la LECrim.
Los mismos DP profesionales que ejercen en España consideran que una de las principales carencias de su sector es la escasa información que tiene la sociedad sobre su profesión. Muy poca gente conoce la figura jurídica de los DP y la aportación que pueden hacer a la justicia con sus servicios. En consecuencia, en algunas ocasiones se acude a un abogado sin barajar la posibilidad de contratar a un DP.
En España se encuentran en activo y habilitados actualmente unos 1100 DP con acreditación oficial de la Policía Nacional y todos los requisitos de negocio validados. Cifra diez veces menor a la de abogados ejercientes en nuestro país. Esta disparidad confirma el desconocimiento de la labor del DP frente a la masividad de los cada año nuevos licenciados en Derecho.
Es necesario acercar la figura del DP y alejarla de los clichés cinematográficos y de los estereotipos que son tan habituales por desgracia y que no ayudan a acercar la profesión al resto de la sociedad.
La palabra <> es protagonista de numerosas acepciones y significados. Para unos, un profesional independiente y para otros un agente parapolicial. El término deja un amplio espacio para la ambigüedad, la polivalencia y hasta el surrealismo.
La Real Academia Española (RAE), en la 21ª edición de su diccionario, entiende por Detective lo siguiente: <>. La edición 2004 del Espasa reduce la definición, aunque comparte las mismas palabras mientras que el Larousse se muestra más sintético: <>, definición que parece más acertada que ninguna otra.
En primer lugar, parece impropio asociar, en sentido estricto, el concepto de Detective con el de <> ya que nos introduce en las muchas contradicciones y paradojas que arrastra el concepto en sí teniendo en cuenta que la Policía actúa siempre por cuenta del Estado, no siendo en ningún caso de carácter privado.
Sin embargo, es cierto que el saber popular suele asociar el carácter policial a la labor de estos profesionales que, en realidad, ejercen por su cuenta. Debemos achacarlo a la influencia mundial de la literatura y el cine anglosajón.
Por tanto, resulta complejo encontrar palabras que definan con precisión la actividad del DP en nuestro país entendiéndose que esta labor es un hibrido entre la investigación privada y la colaboración con la justicia en los términos que establece la ley.
El contexto español, además, añade al término muchas pasiones, propias de un pueblo mediterráneo de cultura latina. Resulta especialmente meritorio ejercer dicha profesión en este país por los obstáculos que encuentra cualquier investigación y por la incomprensión que padecen quienes viven de tan noble oficio. También ocurre que algunos de ellos han contribuido a devaluar la imagen de esta profesión con su incompetencia y su devoción por acercarse al mito detectivesco.
Los españoles suelen observar con curiosidad y temor a estos inquietantes trabajadores que se afanan por iluminar determinadas curiosidades con sus informes.
Entre el público, son muchos más los que se dejan llevar por las ideas preconcebidas que quienes miran con simpatía y respeto profesional a los DP.
Nuestra sociedad ha experimentado muchos cambios en los últimos años por lo que estos condicionantes históricos deben tenerse en cuenta para comprender al DP que ejerce en el seno del Estado español. Esta profesión surge de la necesidad de información entre personas físicas y jurídicas, en una comunidad más globalizada y competitiva.
La crónica reciente de este oficio, en ocasiones, introduce aspectos ideológicos, empresariales o políticos que afectan a las personas que ejercen la profesión ya que no se puede comprender al DP español alejado de la sociedad en la que vive, a la que sirve y en cuyo seno desarrolla su función.
Alrededor del DP se ha tejido toda una red de tópicos que lastran y confunden la realidad de sus funciones. Muchas veces se trata de exageraciones; en otras ocasiones, la labor del DP terrenal supera cualquier ficción cinematográfica o literaria.
Según la información que nos proporcionan algunos relatos negros, el DP solo se involucra en asuntos conyugales, búsqueda de menores desaparecidos o confidencias referentes a intrigas o rumores de dudosa credibilidad. Sin embargo, sus labores actuales están muy alejadas de las que marcan estos tópicos, como bien saben quiénes solicitan sus servicios y se benefician de ellos.
Muchos de ellos opinan que la sociedad no reconoce la función que realizan, que no considera rentable invertir en información privada. No les falta razón. Sin embargo, unos pocos prefieren vivir de la imagen popularizada del DP haciendo de su vida una película y aprovechándose del mito que poco tiene de real para elevar sus honorarios o simplemente presumir ante propios y extraños. Desgraciadamente, su personalismo solo ha conseguido fragmentar un gremio ya de por sí diminuto en diferentes sectores y lobbies erigiéndose en portavoces de un supuesto sentir colectivo cuando sus palabras no son más que dictados de los grupos de interés a los que están vinculados. Es raro, por ejemplo, encontrar en los medios de comunicación declaraciones de DP independientes, no interesados en promocionar una imagen supuestamente corporativa del DP español.
Antes de la llegada de la democracia, la profesión estaba masculinizada al 100 % pero la aparición de los estudios reglados de Criminología ha abierto las puertas a las féminas, que representan casi la mitad de las licencias emitidas en los últimos años.
Como en todas las profesiones hay algunas personalidades narcisistas pero la mayoría es gente normal, acostumbrada, eso sí, a escuchar historias cargadas de dramatismo y subjetividad, a investigar casos peliagudos y a resolver sin medios ni ayuda los más peregrinos encargos. Algunos DP han tenido una profesión distinta anteriormente y muchos de ellos compaginan ambas profesiones.
El gremio se ha rejuvenecido desde su incorporación a la universidad teniendo la mayor parte de los DP españoles entre 25 y 45 años. Suelen ser personas extrovertidas, dinámicas, orgullosas de su profesión, buenas comunicadoras y discretas a la hora de recabar información. Muchos emplean las nuevas tecnologías de la información, con lo que han contribuido a formar una nueva imagen de este oficio.
La libre competencia, mal entendida, ha llevado también a algunos investigadores a utilizar la descalificación de sus colegas como argumento publicitario siendo los principales perjudicados los propios clientes ya que la guerra de precios generada como consecuencia de dichas tácticas ha mermado la calidad de la información que proporcionan estos profesionales. La mejor publicidad del DP deben ser siempre los hechos pero no es fácil porque hay muchos intereses que se interponen entre el investigador y su buen hacer. Las dificultades son tantas que algunos DP abandonan la posibilidad de independizarse.
Una imagen, procedente de la mitología china, que suele asociarse con esta profesión es las de los 3 monos sentados con las piernas cruzadas: uno de ellos se tapa los ojos, otro los oídos y el tercero la boca. Sin embargo, las principales cualidades que deberían definir al DP son el sentido común, la naturalidad, la invisibilidad, la imparcialidad, la discreción y la capacidad para guardar el secreto profesional.
Desafortunadamente, algunos de los defectos que asolan a algunos DP son la palabrería y el afán por conferir carácter de oficialidad a su trabajo que lleva a muchos a hacerles creer a sus clientes que son infalibles.
Lo malo de todo esto es que cuando un DP trasmite una mala imagen de su persona, el cliente se crea una opinión colectiva de todo el sector.
La realidad es que la mayoría de los clientes niegan haber tenido trato con tan <> personaje, <> en la medida que el DP no alcance los objetivos que le interesan pero arrogándose todo el mérito cuando sí que tienen éxito.